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jueves, 20 de diciembre de 2012

Timba de cartas, de Antonio Ballesteros


Jugadores de cartas. El lienzo se atribuye a Caravaggio
Solo una vez en mi vida estuve en una timba de cartas. Era de madrugada y recuerdo que la luna llena sobre la playa iluminaba el mar tras el que aguardaba África. Hacía ese calor húmedo de las noches de verano con anticiclón persistente, y sobre la arena ya no quedaba nadie. Sí había muchos mosquitos, por las cercanas marismas.

Yo iba de acompañante porque ni tenía dinero ni sabía jugar al póker. Fui por simple curiosidad. A Roberto, mi anfitrión, lo había conocido en un curso de fotografía en el que habíamos coincidido unos meses antes. Siempre sonreía. Él mismo decía de sí mismo que era más maricón que un palomo cojo, pero nunca se me insinuó. Sería que no era su tipo o que intuía que pincharía en hueso.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Nos queda la palabra (¿...?)



Esta nota va para los indignados del mundo, que cada vez somos más.
Algo inevitable cuando todos y cada uno de los días del año se produce y reproduce ese atraco a mano armada, ese saqueo permanente con el que quienes tienen todo quieren apropiarse de más.
Ellos, los que todo lo tienen y siguen queriendo más, son los que mandan y deciden.
Donde necesitan guerras o golpes de estado, los arman con cualquier excusa y sin ningún remordimiento: es su oficio; donde no, en las supuestas democracias occidentales, en las que se nos vende la ilusión de que somos nosotros quienes decidimos quién gobernará nuestros destinos, aunque en realidad solo optamos, mediante los votos, por unos u otros de sus testaferros, ponen en marcha toda su maquinaria publicitaria, legal y represiva (esta última, cada vez con menos pudor) para hacerse con el botín que codician.
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