viernes, 5 de octubre de 2012

Carta al churry, de Antonio Ballesteros

Mujer escribiendo (1960), de Alfredo Zalce (1908-2003)
Hace unos días, una amiga me dijo que no solo se había reído mucho con este cuento sino que en algunos aspectos se había sentido identificada con la protagonista, y que incluso había estado tentada de escanearlo y distribuirlo por su red social.
Aprovecho desde aquí para agradecerle y de paso lo publico, además en "versión uruguaya", de forma que lo pueda distribuir con solo reenviar el "link". Ojalá no sea ella la única a quien le guste.
Ya en el pandémico 2020, subimos a YouTube el cortometraje basado en este relato: 









Carta al churry


Antonio Ballesteros


uruguaydailyphoto.blogspot.com/
SOS UN SORETE, churry. No tenés arreglo. Vuelvo de mis vacaciones tan ilusionada, dispuesta a revolucionar mi vida una vez más con tal de estar con vos ―olvidando los mambos de antaño―, y en plena puesta de sol en la escollera Sarandí, me decís que estás viviendo con otra y que, para colmo, te mantiene. Te podías haber metido la lengua en el culo y no fastidiarme el momento mágico de los claroscuros rosados, granates, púrpuras y anaranjados con que el cielo nos obsequiaba.
Pero no, vos sos así, tenés que decirlo todo. La gente tiene sus secretos, churry,  y vos casi siempre estás más lindo callado.
Por otra parte, como para fiarse de tu fidelidad. Y es que, te lo he dicho mil veces, no entendés a las minas. Mucho decir que todas las mujeres del mundo dejan de existir con que yo chasquée los dedos y te dé una mínima esperanza, y en cuanto estoy cinco meses sin contestar tus mensajes y sin descolgar el teléfono, zas, te vas vivir con otra.
Así no hay forma de ser Pretty Woman. Y tú no eres precisamente Richard Geere ni Brad Pitt, por mucho que la guarra esa te ponga la mesa, te coma la verga y te pague las camisas, el periódico y el papel para la impresora.
Y después de decirme que vivís con ella, sin duda creías que por dejarla al día siguiente de yo regresar olvidaría la puñalada barriobajera que me acababas de dar en aquel entorno tan romántico. Ibas listo, guapín.
No, bonito, esas cosas no se olvidan. Que hubiéramos roto y no te contestase no significaba que vos te pudieras levantar a cualquiera. No capiscas. Y es que sos zonzo, sos más zonzo que un carpicho, porque mirá que creerte que yo daba por zanjado el tema... Pero si estaba claro como el agua que no dejaba de hacerte feos para que te arrepintieras de haber dejado a la otra al ver que yo no te daba bola.
Ni siquiera te dabas cuenta de que cuando nos acostábamos hacía de muñeca hinchable, para que tuvieses que preguntar qué concha me pasaba y entonces poder contestarte, poniendo cara de orto, que no me concentraba porque estaba pensando en otra cosa.
Pero no hay forma de que entiendas nada, sos un capullo de alhelí. Cuando un mes más tarde de retomar lo nuestro dije que se me había pasado el calentón, y que cuando pensaba en ti temía volverme frígida, otra vez ponés cara de idiota, sonríes, decís que estás contento porque me ves muy bien y encima me deseas suerte. No me explico cómo podés ser tan gil.
Si en ese momento me rezongás o rompés a llorar, o por lo menos ponés cara triste, o unos días después me rajás las ruedas del auto o me lo quemás, habría sabido que ese mes de puteadas había valido la pena. Pero no entendés de juegos, no me extraña que siempre te ganara al truco.
Y encima, sorete, cuando un mes después te llamo para iniciar la reconciliación, resulta que has vuelto a las andadas y me decís, facherito vos, que tendré que esperar unos días porque te vas a Villa Serrana a pasar tu cumpleaños con la guarra. Ahí terminaste de cagarme. No tenés bastante con vivir frente a un convento de monjas, con tal de tener a mano quien te haga los arreglos en la ropa y te venda mondongo a cualquier hora. Ya te lo dije al principio, no tenés arreglo, no hay quien se fíe de ti.
Y como sos más tonto que un mendrugo de pan duro, en cuanto te aprieto un poquito la volvés a dejar, con solo insinuarte que me estoy pensando volverlo a intentar contigo.
Y otra vez con la comedia, esperando que saltes de una vez de tus casillas y reconozcas que te hago tanta pupa como vos me hiciste a mí.
Pero nada, hijo, ni por esas. Cada vez estoy más convencida de que te has idiotizado por completo.
Me pongo a desairarte y hago lo imposible por que te aburras, y vos ni te inmutás. Y claro, solo puedo pensar que me la das con queso, que me estás cagando de nuevo. Y ahí me tenés pensando si dormías en tu casa o con la guarra esa o con otra, que casi estaba deseando verte con ella o con cualquiera para convencerme de que eres un informal sin arreglo y terminar de desenamorarme.
Así que, como te merecés un buen escarmiento, y ya llevo muy avanzado lo de desenamorarme, y además tengo bárbaros planes entre los que elegir, te voy a mandar otra vez a la mierda. Estás regalado.
Y como no aprendés, nunca aprendés, en vez de rezongar y ponerme de vuelta y media, como haría una persona normal, sacarás otra vez tu sonrisita de gurí bueno y mostrarás tus deseos más fervientes de que la vida me vaya bien.
Pero es igual, lo tengo decidido: dejaré otra vez de verte, así podré dejar de hacerme la aburrida. Quizá vuelva a echar de menos que me acurruques y tus caricias, aunque no creo. Quizá dentro de unos días solo piense en qué hacer para que me llames, y para dejar de especular en si has vuelto con la guarra o duermes solo. Espero que esta vez no.
Pero el caso es que te voy a largar otra vez, a ver si por fin aprendés a hacer bien las cosas y podemos empezar una relación normal, como amantes o como enemigos irreconciliables.
Porque, conociéndote, seguro que pensás en las tres posibilidades y no te decidís por ninguna. Y como lo quieras averiguar por mis explicaciones, vas listo.
Por lo demás, solo decirte que te quiero, mi vida, por lo menos de momento y, eso sí, cada vez menos: por si no me desenamoro del todo ni me decido por otro plan, cuando te dé boleta no tardes dos meses en hacerte el encontradizo, que me entra la ansiedad y hago muchas boludeces: en la última crisis incluso me apunté a un gimnasio.
Ya no nos podremos ver, tras andar toda la noche de joda, en el partido de fútbol de mis amigos del Cordón, porque la semana pasada disolvieron el equipo, pero ya sabés que compro en el kiosko de Braulio casi todos los días, lo tenés fácil para tropezar conmigo.
Aguantá mientras tanto sin levantarte a nadie, guapito, por mucho que te alces, no sea que me dé otra vez la ventolera y lo quiera volver a intentar con vos, y tenga que empezar de nuevo a las puteadas hasta que se me pase la calentura de verte con otra.
Pero eso sí, ni por lo más remoto pienses, cielito, que te voy a enviar esta carta, porque entonces sabrías tanto como yo. La voy a romper en mil trocitos y te voy a dejar con la duda de si me lo paso de madre, de si es verdad que no supero los malos mambos o de si te he vuelto a putear. ¿Ta?
Pues eso, cuidate, nos vemos.

3 comentarios:

  1. me encantó!!! Beso grande. María Teresa

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  2. No me gusto mucho tiene muchas palabras dejeneradas disculpen...

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