Tengo para mí que el
mejor camino para desenvolverse con una correcta ortografía es la lectura,
cuanto más abundante y de calidad, mejor. Pero somos humanos y todos cometemos
errores.
Además, ninguno estamos libres de que se nos peguen, como las garrapatas a los perros, esas incómodas erratas que tuvimos mil veces ante nuestros ojos pero a las que no detectamos hasta después de que nuestro texto se imprimió.
Además, ninguno estamos libres de que se nos peguen, como las garrapatas a los perros, esas incómodas erratas que tuvimos mil veces ante nuestros ojos pero a las que no detectamos hasta después de que nuestro texto se imprimió.
Recuerdo que cuando mis
profesores me enseñaban gramática y ortografía, yo, por lo general, me sacaba
mocos de la nariz, pensaba en las musarañas, chinchaba a mi compañero o hacía
rayajos (palabra que no está en el diccionario de la RAE) en la tabla del
pupitre. A veces hacía las cuatro cosas a la vez, y en cualquier caso trataba
de abstraerme a la serie de voluntariosas y prolijas explicaciones que me daban sobre unas normas
que, además de abstrusas, complicadas y contradictorias, me parecían
completamente superfluas y barrocas ―por más que en aquella época yo no tuviera
la más remota idea de lo que era el barroquismo.
En efecto, fue con el paso del
tiempo cuando me empezaron a doler los ojos al ver "joyitas" como las
que ilustran este artículo.
También con el paso del tiempo conocí el fundamento para afirmar que la mayoría de los dictados a los que fui "sometido" de niño no solo fueron estériles sino contraproducentes: cuando escribimos por primera vez una palabra, el estímulo visual que nos produce es tan grande ―independientemente de que la hayamos escrito bien o mal―, que resulta muy trabajoso, en el caso de haber errado, convencer a nuestro cerebro de que se equivocó y de que tiene que actuar de forma diferente a como lo hizo.
También con el paso del tiempo conocí el fundamento para afirmar que la mayoría de los dictados a los que fui "sometido" de niño no solo fueron estériles sino contraproducentes: cuando escribimos por primera vez una palabra, el estímulo visual que nos produce es tan grande ―independientemente de que la hayamos escrito bien o mal―, que resulta muy trabajoso, en el caso de haber errado, convencer a nuestro cerebro de que se equivocó y de que tiene que actuar de forma diferente a como lo hizo.
El dictado solo nos resulta
productivo si antes hemos tenido un trabajo previo por el que hemos
visualizado, escuchado y conceptualizado la palabra que vamos a escribir, y eso
parece que mis profesores no lo sabían. Capaz que los de ahora sí lo saben, aunque
por los resultados no lo parece.
Igualmente, ¿de qué sirve ―si no es
para complicar― copiar mil veces una frase como encauzó el curso de agua para alejarla de los terrenos deshechos por la
riada? ¿Será que escribiremos correctamente cuando queramos decir que a
alguien se le encausó por dirigir un
curso de agua hacia unos terrenos llenos de desechos contaminados? Si
copiamos cien veces la palabra vaca, ¿sabremos
escribir bien el lugar del auto donde se coloca el equipaje?
De cualquier forma, me dicen, seguramente los párrafos anteriores sean ociosos porque ahora no se lleva mucho en las escuelas lo de copiar. Ni mil ni cien ni diez. Me parece bien, a mí no me gustaba, y no deseo para el prójimo lo que no quiero para mí. (Ta, en algunos momentos y situaciones sí lo deseo, lo confieso, pero eso es otro tema).
El objeto de este artículo no es
hacer disquisiciones sino recomendar una página web, la mejor que conozco sobre
ortografía:
En el “sidebar” de la derecha de
este blog ha quedado anclado permanentemente el enlace.
La página está enfocada, además,
hacia la enseñanza, así que supongo que la mayoría de los docentes la conocerá, aunque cualquiera con un mínimo afán de aprendizaje o curiosidad se puede divertir (además de aprender) en ella.
La fundó y mantiene el gaditano
Juan Antonio Marín Candón, que aprovecha los recursos cibernéticos de que
actualmente disponemos para facilitar una didáctica atractiva en la que se
prima la autoevaluación continua y la interactividad.
Se encuentran en ella más de 1.500 ejercicios presentados en más de 70 formatos diferentes, para espantar la rutina.
Se encuentran en ella más de 1.500 ejercicios presentados en más de 70 formatos diferentes, para espantar la rutina.
Contiene pruebas como la que se puso a los estudiantes que participaban en la selección previa al IX Concurso Hispanoamericano de Ortografía, o la que se hizo en un ayuntamiento andaluz a los aspirantes a la policía local.
Hay también un concurso con más de 3.000 preguntas, y secciones sobre palabras homófonas, palabras dudosas, cuestiones sobre la acentuación, la puntuación y los signos ortográficos.
Tiene también una sección sobre comprensión lectora, algo sobre lo que quiero volver muy pronto.
Y muchas cosas más. En definitiva,
busca que la práctica sea como un juego sin apartarse del rigor académico.
Por eso la quería compartir, para
quien no la conozca.
Saludos, que la pasen bien.
graSias por este aporte! LLá entré a la páJINA y me puCe a darle una HoGeada. DeCeo que la Jente deGe de escriVir con tantas faltas de HortoJrafia!
ResponderEliminarMUY BUENO EL POST. HOY EN DÍA EXISTE EN LA ESCUELA UNA CORRIENTE QUE DICE QUE A LOS NIÑOS NO SE LES DEBE CORREGIR LOS ERRORES ORTOGRÁFICOS, YA QUE ESTO PARECE GENERARLES UN TRAUMA O LOS DESANIMA A SEGUIR ESCRIBIENDO. EN PARTICULAR CREO QUE SÍ HAY QUE CORREGIR Y CON ROJO,TIPO CORRECTOR DE WORD. ADEMÁS REPETIR LA PALABRA BIEN ESCRITA, PUES LO VISUAL JUEGA UN PAPEL IMPORTANTE EN LA FIJACIÓN DE UN VOCABLO.
ResponderEliminarES IMPRESIONANTE LOS HORRORES ORTOGRÁFICOS QUE SE ENCUENTRAN EN LAS REDES SOCIALES, COMO TÚ LO DICES, LLEGAN A DOLER LOS OJOS.
CREO QUE VARIAS IMÁGENES POSTEADAS ESTÁN CON EL ERROR A PROPÓSITO, COMO UNA ESTRATEGIA COMERCIAL. SALUDOS. FERNANDO
SINDUDAMENTE. De acuerdo con el post de Fernando.
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