miércoles, 3 de octubre de 2012

Simón Besil, cineasta a los 17

El río que llora es el último trabajo de Simón Besil (Bella Unión, Artigas, Uruguay, 1995). Filmado con una camarita casera que le cabe holgadamente en el bolsillo y con una pasmosa economía de medios, ilustra la degradación de los ríos y apunta hacia una de sus causas. Dura poco más de cuatro minutos y es una buena muestra de la sensibilidad y el dominio del lenguaje cinematográfico que este joven atesora. Al final de la entrada está el enlace para que puedas verlo en You-Tube, y también los del resto de sus obras.


Conocí a Simón  en una de las actividades de +Centro que organiza Ale.
Debo confesar que la primera vez que lo vi, él estaba de espaldas y lejos, y me pareció una chica anoréxica y desgarbada. Pero enseguida, en cuanto se acercó y vi su nariz aguileña, su mirada de lechuza sabia y su inusual concentración, salí de mi error: el flaco era un adolescente con diecisiete años recién cumplidos de apariencia extremadamente seria en aquel bullanguero ambiente. No es que desentonara, pero parecía "rarito". No tardamos en hacer buenas migas, era inevitable, y comencé a conocer su trabajo cinematográfico y la extraordinaria pasión con que lo acomete. Su filmografía cuenta ya varios títulos, como El laberinto, Amarillo Limón, Loca y mal vista adolescencia y, ahora, El río que llora.

Recientemente grabó un videoclip con Anne Pereira como protagonista, y antes habíamos abordado juntos la filmación del cortometraje Por la boca muere el pez, que quizá un año de estos (con permiso de Emanuel y Gary) acabemos. Su próximo proyecto se titula La fuga de los sueños.

Simón estudia 6º de Bachillerato en el Liceo 1 de la ciudad de Artigas, donde vive. Escogió la especialidad de Derecho porque dice que lo primero es asegurarse una forma de ganarse la vida, y que "en lo del cine" se centrará cuando tenga resuelto lo primero. Es una de las pocas cosas en las que no estamos totalmente de acuerdo, porque capaz que dentro de unos años lo vemos así:
Fotografía de  http://elmagodeoz.wordpress.com 

Pero es él quien decide, claro. Comenzó a rodar después de escribir cuentos y relatos cortos que algún día (eso espero) compartirá con nosotros.
Un día, desde Proyecto Árbol le ofrecieron la confección de un guión para un cortometraje destinado al INAU, pero cuando después de entregarlo fue transcurriendo el tiempo sin que la filmación se realizara, decidió llevarla a cabo él mismo. En el liceo le dejaron una camarita y se rodeó de un grupo de incondicionales que le siguen apoyando hasta ahora: Emanuel, Juan Ramón, Selva, Marreco... Así nació El laberinto, que Simón dirigió, filmó y editó.


Lo que más le gusta de hacer cine es que le permite interactuar con los actores, y lo que menos no es la escasez de medios, como podría pensarse, sino la falta de responsabilidad de muchos de esos mismos actores, que lo dejan colgado y le dan fastidiosos plantones cada dos por tres. Simón es autodidacta: ha pasado días enteros, con sus correspondientes noches, viendo películas de todo tipo, y gracias a ello y a su talento adquirió, sin realizar cursos ni estudios académicos, una sorprendente facilidad para narrar cinematográficamente una historia, pese a que se enfrenta a los rodajes sin apenas medios técnicos.

Selva Albernaz (Artigas, 1994), es una compañera de liceo que hizo el papel de maestra malvada en Amarillo limón, y de viejecita marchosa en Por la boca muere el pez. En El río que llora es la narradora que nos cuenta la desazón que siente el río Cuareim por los irracionales ataques de los hombres, mientras que en el resto de los proyectos de Besil se alejó del foco y se ocupó de temas técnicos y de logística. Es callada pero resuelta y parece saber muy bien lo que quiere y lo que no. Opina que Simón, a quien conoció en 4º de liceo, es muy terco, aunque admira su perseverancia y lo buen camarada que es. Lo que le apasiona del cine es la posibilidad que brinda de ver la realidad de forma diferente a la habitual, lo que según ella puede permitir a las personas cambiarse a sí mismas y modificar la realidad en la que están inmersas. De todas formas, también se ve a sí misma como futura abogada.


Marreco, que en realidad se llama Fernando González (Paysandú, 1996), es otro de los que apoyó constantemente a Simón, ya colaborando con él o peleándolo, porque Marreco es de los que busca, para llevarse bien contigo, que le des de vez en cuando una buena trancada. Entonces sonríe como si no hubiera roto un plato en su vida y levanta hacia arriba el dedo pulgar, haciéndote ver que ha entendido el mensaje y que en adelante se portará como un angelito.

A cambio, siempre se presta para ayudar y es bien voluntarioso. Estos días trabaja de albañil, aunque por el aspecto de sus manos se diría que su función en la obra fuera encender y apagar la radio y cambiar de emisora.
Y es que la música le pierde casi tanto como las chicas que le abandonan, y su vocación, en realidad, no es la albañilería sino las relaciones públicas y poner a todo volumen cumbia, en cualquier evento en el que le den mano, y eso aunque no tenga parlantes porque si no los tiene se los busca.  Los que lo queremos le decimos que vuelva a estudiar, porque en esta vida los títulos cuentan, pero él, boludito como es, se lo sigue pensando.
Interpretó el papel de peón gaucho en Por la boca muere el pez, y en El río que llora (tras una larga sesión para interiorizar las características psicológicas del personaje), es la sombra del hombre que agrede al río. Hace teatro con el grupo ADN y lo que más le gusta de Simón es lo organizado que es (cada uno admira lo que no tiene, parece); lo que menos, los actores que el joven cineasta elige, aunque no aclara si él mismo se incluye en esa categoría.

Ojalá veamos pronto La fuga de los sueños y muchas más, porque los gurises prometen.

Estos son los enlaces de algunas de sus obras:



El río que llora
http://www.youtube.com/watch?v=Rk9eRUXZbug

El laberinto, disponible en isumatv.com
Amarillo Limón
Loca y mal vista adolescencia

1 comentario:

  1. Ha llegado a mis oídos que los gurises de los que hablo en esta entrada están “furiosos” conmigo porque se han sentido profundamente ofendidos por el texto. He intentado comunicarme telefónicamente con ellos pero no han contestado a mis llamadas ni a mis mensajes. Lo curioso de todo el asunto es que esta entrada es posiblemente la que con más cariño escribí hacia sus protagonistas, de las hasta ahora aparecidas en el blog: porque hablaba “de los míos”, de los que creía como yo. Por eso no me limité a plasmar datos fríos y objetivos sino que introduje impresiones y sensaciones que he ido teniendo en mi convivencia camaraderil con ellos, en el mismo tono con el que, en otras entradas, hablo de mí mismo y reseño que, por ejemplo, no hace mucho alguien “me mandó a la mierda”:
    http://tallermecontasunahistoriadale.blogspot.com/2012/09/chocolate-de-enrique-galindo.html
    Para cualquier lector con una mínima comprensión lectora son evidentes los elogios que a lo largo del artículo vierto hacia los tres, especialmente hacia Simón Besil, y que el tratamiento estilístico de la entrada solo se emplea cuando se habla de gente muy próxima y querida. Si por lo más remoto ―en una obnubilación temporal de mis facultades mentales o de mis más íntimos sentimientos― hubiera tenido la más mínima intención de herirles, me habría bastado con publicar la fotografía de Simón que Marreco me envió (ellos saben de qué hablo) para que apareciera en el blog. Sin embargo, estuve durante cinco días llamándolos e insistiendo para que me enviasen otra más presentable. Tampoco habría escrito, por ejemplo: “No tardamos en hacer buenas migas, era inevitable, y comencé a conocer su trabajo cinematográfico y la extraordinaria pasión con que lo acomete...”: de alguien a quien quiero mal no hablo así, se lo aseguro. Tampoco habría escrito, al referirme a Marreco, que “los que lo queremos le decimos…”; si se enfada porque a continuación le llamo “boludito” es que quizá lo sea, pero lo cierto es que los amigos y los enamorados se lo dicen uno al otro con frecuencia, y todos entienden el tono.
    He pedido opinión sobre el tema a varios lectores, entre ellos a una persona muy cercana a Simón Besil y que no solo le quiere sino que además es una experta escritora, y todos sin excepción han entendido perfectamente el fondo y la forma del artículo, incluso me han felicitado y han demostrado interés por el trabajo de los gurises. Lamento profundamente la reacción que causó la entrada, pero no tengo de qué arrepentirme.
    Solo me queda recomendar que antes de reaccionar con una determinada vehemencia que puede ser desmesurada, se lean mejor los textos, y que se trabaje un poco más la comprensión lectora. Y a los directamente interesados, que además tanto alboroto montan, que se pongan en contacto conmigo en vez de vociferar, y me expliquen qué les molestó, porque capaz que leyeron del revés.

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