A veces los utilizo como disparador para tratar o desarrollar algún tema, pero la mayoría de las veces son un simple hito en el camino que, además, permite que los talleristas, sobre todo si son muy jóvenes, se "empapen" fácilmente y sin sentir que lo están haciendo de lo que es un relato.
Por eso llevo siempre en mi mochila una batería con más de trescientos de estos cuentos, para elegir en cada ocasión los más adecuados.
Tengo que reconocer que muchos de ellos no tienen un gran valor literario, y que algunos son poco más que una anécdota, pero cuando los utilizo su valor es lo que menos me importa, porque hay tiempos y momentos en los que importan más otras cuestiones.
Casi al azar elegí hoy trece de ellos, que aunque son muy conocidos y casi todos los habrán leído, siguen siendo plenamente disfrutables.
Amor eterno
Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu. Tomados de la mano, iban Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.
-Nos amamos -empezó el joven.
-Y nos vamos a casar -dijo ella.
-Y nos queremos tanto que tenemos miedo. Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos. Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte.
-Por favor -repitieron-, ¿hay algo que podamos hacer?
El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra.
-Hay algo... -dijo el viejo después de una larga pausa-. Pero no sé... conseguirlo es una tarea muy difícil y sacrificada.
-No importa -dijeron a la vez los dos-. Lo que sea -ratificó Toro Bravo.
-Bien… -dijo pensativo el brujo-. Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste?
La joven asintió en silencio.
-Y tú, Toro Bravo - siguió el brujo - deberás partir en dirección contraria y escalar la Montaña del Trueno; cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas y, solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta con el halcón más hermoso y vigoroso del monte... ¡Salgan ahora!
Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur...
Todo salió mejor de lo que los jóvenes habían imaginado en sus mejores sueños, y el día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas.
El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo las aves cazadas. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe.
- ¿Volaban alto? -preguntó el brujo.
- Sí, sin duda. Hicimos todo tal y como lo pediste... ¿y ahora…? -preguntó el joven, impaciente- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?
-No -dijo el viejo-. Los dejaremos vivir.
-Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne -propuso la joven-.
-No -repitió el viejo-. Harán lo que les digo: Tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero... Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres para siempre, igual que ustedes quieren hacerlo.
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero solo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
Entonces el brujo habló: “Este es el conjuro... Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos pero jamás atados”.
No mires fuera, mira dentro
Un niño negro contemplaba extasiado al vendedor de globos en la feria del pueblo. El pueblo era pequeño y el vendedor había llegado pocos días atrás, por lo tanto no era una persona conocida.
En pocos días la gente se dio cuenta de que era un excelente vendedor ya que usaba una técnica muy singular que lograba captar la atención tanto de niños como de grandes. En un momento soltó un globo rojo y toda la gente, especialmente los potenciales y pequeños clientes, miraron cómo el globo remontaba vuelo hacia el cielo.
Luego soltó un globo azul, después uno verde, después uno amarillo, uno blanco...
Todos ellos remontaron vuelo al igual que el globo rojo...
El niño negro, sin embargo, miraba fijamente sin desviar su atención, un globo negro que aún sostenía el vendedor en su mano.
Finalmente decidió acercarse y le preguntó al vendedor: “Señor, si soltara usted el globo negro. ¿Subiría tan alto como los demás?”
El vendedor sonrió comprensivamente al niño, soltó el cordel con que tenía sujeto el globo negro y, mientras éste se elevaba hacia lo alto, dijo: “No es el color lo que hace subir, hijo. Es lo que hay adentro”.
¿Cuánto vales para ti mismo?
Alfredo, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Marisa en un bar a tomar un café.
Deprimido descargó en ella todas sus angustias... que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación... todo parecía estar mal en su vida.
Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 dólares y le dijo:
-Alfredo, ¿quieres este billete?
Alfredo, un poco confundido al principio, después de pensarlo le dijo:
-Claro Marisa... son 50 dólares, ¿quién no los querría?
Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño bollo. Mostrando la estrujada pelotita verde a Alfredo volvió a preguntarle:
-¿Y ahora igual lo quieres?
-Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 dólares, claro que los tomaré si me lo entregas.
Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado.
-¿Lo sigues queriendo?
-Mira Marisa, sigo sin entender que pretendes, pero ese es un billete de 50 dólares y mientras no lo rompas conserva su valor...
-Entonces Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o te pisotee, sigues siendo tan valioso como siempre lo hayas sido...lo que debes preguntarte es cuánto vales en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.
Alfredo se quedó mirando a Marisa sin decir palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro. Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:
-Toma, guárdalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal... ¡Pero me debes un billete nuevo de 50 dólares para poder usar con el próximo amigo que lo necesite!
La rosa y el sapo
Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber que era la rosa más bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos... Se dio cuenta de que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca. Indignada ante lo que había descubierto, le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo, muy obediente, dijo: “Está bien, si así lo quieres”. Y se fue.
Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa, y se sorprendió al verla totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Entonces se acercó a la rosa y le dijo: “Vaya que te ves mal. ¿Qué te pasó?”
La rosa contestó: “Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual”. El sapo solo contestó: “Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín”.
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Esta es la recreación en historieta que realizó Maria Sol Corsino, alumna de 2ºA del Liceo Pablo Neruda de Atlántida, de este cuento. ¡Le quedó estupenda!
Amor de lejos...
Un soldado español destinado en Irak recibe una carta de su novia desde Madrid. La carta decía lo siguiente:
“Querido Alberto. Ya no puedo continuar con esta relación. La distancia que nos separa es demasiado grande. Tengo que admitir que te he sido infiel dos veces desde que te fuiste y creo que ni tu ni yo nos merecemos esto. Lo siento. Por favor, devuélveme la foto que te envié. Con amor. Sofía”.
El soldado, muy herido, le pidió a todos sus compañeros que le regalaran fotos de sus novias, hermanas, amigas, tías, primas y toda mujer de la que tuvieran una fotografía.
Junto con la foto de Sofía incluyó todas esas otras fotos que había recolectado de sus amigos.
Había 57 fotos en el sobre y una nota que decía:
“Querida Sofía. Perdóname, pero no puedo recordar quién coño eres. Por favor, busca tu foto en el paquete y me devuelves el resto”.
Y es que aún derrotado... hay que saber joder al enemigo.
El águila y el cuervo, de Esopo
Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito, lo llevó a una alta cima y se lo comió.
Desde lejos la vio un cuervo, y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte de cazar, que sus garras se enredaron en la lana, y ni batiendo al máximo sus alas logró soltarse.
Viendo el pastor lo que sucedía, tomó al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.
Le preguntaron sus hijos acerca de qué clase de ave era aquella, y les dijo:
-Para mí, sólo es un cuervo; pero él se cree un águila. Por eso lo pude cazar.
El tonto del pueblo
Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños recados y recibiendo limosnas.
Diariamente, algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 50 centavos y otra de menor tamaño, pero de 1 peso.
Él siempre tomaba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.
Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, lo llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos. El tonto del pueblo se lo quedó mirando y finalmente le respondió:
-Lo sé, señor, no soy tan tonto..., vale la mitad, pero el día que escoja la otra, el jueguito se acaba y no podré ganar más mi monedita.
Como dijo no sé quién, “El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente...”
La vasija vieja
Cuenta la leyenda india que un hombre transportaba agua todos los días a su aldea usando dos grandes vasijas, sujetas en las extremidades de un pedazo de madera que colocaba atravesado sobre sus espaldas.
Una de las vasijas era más vieja que la otra, y tenía pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante dos años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija más joven estaba siempre muy orgullosa de su desempeño, y tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la otra se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.
El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.
Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías rajaduras, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?
Justicia social
Oíd qué rápida solución halló Poro, rey de los persas, para erradicar la pobreza: dictó un decreto revolucionario:
"Donde un pobre muera de hambre dentro de nuestros muros, tomaré por cada pobre un rico, por sorteo. Y en la prisión también él morirá de hambre".
Nadie murió de hambre en aquel país. Y contra todo pronóstico, los ricos no tuvieron que pasar hambre con los pobres, sino solo repartir algo de lo que no utilizaban.
El intérprete de sueños
En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna. El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.
-¡Qué desgracia mi Señor! -exclamó el Sabio-. Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
-¡Qué insolencia! -gritó el Sultán enfurecido- ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro Sabio e igualmente le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
-¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado:
-¡No entiendo lo que pasó! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer Sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos os premia con cien monedas de oro.
-Recuerda bien, amigo mío -respondió el segundo Sabio-, que todo depende de la forma en que se dicen las cosas... La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado... No olvides mi querido amigo -continuó el sabio- que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista, que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o la optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad.
Comprando horas
El niño era estudioso, normal y cariñoso con sus padres. Pero el niño le daba vueltas a algo en la cabeza. Su padre trabajaba mucho, lo ganaba bien y estaba todo el día en sus negocios. El hijo le admiraba porque "tenía un buen puesto".
Cierto día el niño esperó a su padre, sin dormirse, y cuando llegó a casa, le llamó desde la cama:
–Papá –le dijo- ¿cuánto ganas cada hora?
–Hijo, no sé, bastante. Pon, si quieres, dos mil pesos. ¿Por qué?
–Quería saberlo.
–Bueno, duerme.
Al día siguiente, el niño comenzó a pedir dinero a su mamá, a sus tíos, a sus abuelos. En una semana tenía mil quinientas pesos. Y al regresar otro día, de noche, su padre, le volvió a llamar el niño:
–Papá, dame quinientas pesos, que me hacen falta para una cosa muy importante...
–¿Muy importante, muy importante? Tómalas y duerme.
–No, papá, espera. Mira. Tengo dos mil pesos. Tómalos. ¡Te compro una hora! Tengo ganas de estar contigo. De hablar contigo. A veces me siento muy solo. Y tengo envidia de otros chicos que hablan con su padre...
El cielo y el infierno
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado: Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado de tanta desgracia, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares, que tenían en las manos idénticos palillos. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
El espejo
Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz y
su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.
Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con
unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. Después, un poco
confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido
algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para
mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo.
Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La
mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le
preguntó la razón de aquellas lágrimas.
La mujer le dio el espejo y le dijo:
-Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa.
La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:
-No tienes de qué preocuparte, no es más que una vieja.
Quiero testificar de este gran lanzador de hechizos de muerte. Este gran hombre me ayudó a lanzar un hechizo de muerte a mi malvado padrastro y en solo 24 horas el hombre malvado tuvo un accidente de motor y murió. Todo gracias a este gran lanzador de hechizos de muerte llamado dr oselumen. Usted también puede contactarlo ahora para un hechizo de muerte urgente lanzado a cualquier persona a través del correo electrónico droselumen@gmail.com, llamarlo o agregarlo en whatsapp +2348054265852.
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