Arthur C Clarke (1917 - 2008), el autor de 2001, una odisea espacial, se adentró en la ficción con una rigurosa base científica.
Ello le permitió adentrarse con autoridad en terrenos de otra forma pantanosos, y tratar temas que, en otros ámbitos y con otras formas, mucho más serias y académicas, no llegaban al gran público.
El relato de tan largo título que hoy traemos al blog, sin dejar de ser un entretenido y de fácil lectura divertimento, plantea el contraste entre una sociedad tecnificada y otra dedicada al servicio de Dios, y su final, no por previsible menos original, nos deja una pensativa sonrisa.
Los nueve
mil millones de nombres de Dios, de Arthur C. Clarke
―Esta es
una petición un tanto desacostumbrada ―dijo el doctor Wagner, en lo que
esperaba fuera un comentario adecuado―. Que yo recuerde, es la primera vez que
alguien ha pedido una computadora de secuencia automática para un monasterio
tibetano. No me gustaría mostrarme inquisitivo, pero me cuesta pensar que en
su... ejem... establecimiento haya aplicaciones para semejante máquina. ¿Podría
explicarme que intentan hacer con ella?