Esta semana nos acercamos Ale y yo a Maldonado para asistir a la 1ª Bienal de educación artística, que se celebró en ese lindo departamento del oriente uruguayo. Íbamos ilusionados porque el programa era espectacular en lo que se refiere a la cantidad y presunta calidad de las actuaciones, ponencias y presencias de artistas y docentes que expondrían sus trabajos, experiencias y puntos de vista.
La excursión me permitió visitar Piriápolis y Maldonado, y vivimos casi en primera línea de playa el temporal que medio paralizó el país durante unas horas. Eso fue el primer día de nuestra estancia, el miércoles, y la organización se vio obligada a cancelar las actividades vespertinas y concentrarnos en el Argentino, un hotel que don Francisco Piria construyó y puso en funcionamiento en la ciudad que lleva su nombre en 1930. Ya solo por recorrerlo mereció la pena el viaje.
De mañana habíamos asistido a una mesa redonda durante la que tuve la suerte de conocer, entre otros, a Andrea Blanqué, Ignacio Martínez, Ignacio Fernández y Luis Pereira, a los que espero tener la oportunidad de tratar más despacio y en profundidad. Por la tarde se salvaron de la suspensión varias presentaciones y pudimos disfrutar de una excelente representación teatral de alumnos de la directora y dramaturga Mariana Percovich.
Cuando comenzó a anochecer continuaba el temporal, aunque llovía menos, y nos trasladaron en ómnibus a Maldonado, bajo la tutela de Sheila Bonino y Laura (a las que estaremos eternamente agradecidos por su amabilidad y buen hacer).
El jueves amaneció soleado y primaveral y dedicamos la mañana a desayunar y pasear: deambulamos perezosos por el centro de Maldonado y entramos a la catedral. En el cuartel de Dragones visitamos la exposición del Taller Aratiry (Ale está haciendo con ellas un curso de expresión artística) y luego dedicamos casi tres cuartos de hora a descifrar el programa vespertino, para decidir adónde íbamos, porque la información disponible estaba bastante entreverada.
Nos decidimos por asistir a una serie de ponencias en el 5º piso de la Intendencia de Maldonado. Allí comenzó nuestra desazón, y no por l@s ponentes sino porque las exposiciones comenzaron a las 15 horas, en vez de a las 14, como estaba anunciado. Es ese tipo de cosas que me siguen pareciendo incomprensibles:
con el platal que ha debido de costar la Bienal, a nadie se le ocurrió prever que para que las ponencias se oyeran era necesario conectar las computadoras de los ponentes al equipo amplificador: faltaba "el cablecito del sonido".
Así que cuando apareció el dichoso cable, los ponentes se vieron obligados a acortar el tiempo de sus exposiciones y apenas hubo lugar para debates ni preguntas. Claro, queda por reseñar un pequeño detalle: el único público asistente éramos Ale y yo, el resto eran ponentes.
Así que cuando Ale se fue para asistir, en el campus, al otro lado de la calle, a la ponencia del Taller Malvín, la masa de asistentes se redujo a la mitad y me quedé yo solo representando al respetable (público). Habría podido sentirme ufano e inmensamente agradecido por ser el privilegiado y único destinatario de los esfuerzos de los ponentes para exponer sus trabajos e ideas, pero afloró la empatía que a veces llevo en el morral y me puse a pensar en lo frustrante que debe de ser haber estado preparando durante horas el guión de la presentación, confeccionado el power-point de rigor o los videos correspondientes, etcétera y etcétera, para una única persona (yo) que, eso sí, les presté toda mi atención y mi cariño.
Mi reconocimiento a Alejandra Guebenlián y su aproximación al stop-motion, a Rosana Malaneschii y sus ventanas urbanas para mirar poesía, a Natalia Rubinstein por su aproximación a los museos, a las chicas de FLADEM y a cuantos allá expusieron. Habría estado bueno que también hubiera habido docentes.
Lástima que nadie cayó en la cuenta, a la hora de organizar la Bienal, de que el docente uruguayo promedio trabaja en torno a las 60 horas semanales, sin contar desplazamientos, y que además tiene las preocupaciones y ocupaciones de cualquier mortal: familia, hijos, hipoteca y demás, y que, salvo las consabidas excepciones, cuando se le viene encima una semana de vacaciones lo que quiere es descansar y olvidarse de cualquier cosa que huela a Educación. Es comprensible.
Capaz que a la Bienal habría que darle otra orientación y cambiarle el formato, pero para eso hay gente muy preparada que lo considerará. Por mi parte, me vine agradecido porque el temporal se fuese con viento fresco a otra parte y por conocer a gente francamente interesante.
Gracias sobre todo a ellos, por ir a Maldonado a pesar de todo.
Blog del Taller de Escritura de Antonio Ballesteros en el que comparto relatos de los que guardo un grato recuerdo. Las entradas del blog (cuya propiedad intelectual pertenece a sus autores) se pueden imprimir pulsando el icono verde de impresora que aparece al final de cada una. gabatoluy@gmail.com // facebook: Antonio Ballesteros
lunes, 24 de septiembre de 2012
Bienal de educación artística, Maldonado 2012
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